domingo, 27 de marzo de 2016

Séptimo y octavo días en continuación de la cronología de Génesis cap. 1

El relato de la creación del cap. 1 del Génesis, que se lee en la Vigilia Pascual, cierra la narración de la acción creadora de Dios en cada día del primero al sexto con la fórmula: "Hubo tarde y hubo mañana: día [n]". Esta fórmula es consistente con el esquema israelita de delimitación del tiempo, según el cual el día comienza con el crepúsculo. En el caso del primer día, los eventos que constituyen el anochecer y el amanecer son evidentes: el universo comienza su existencia en un anochecer porque al principio "la tiniebla cubría la faz del abismo" (Gen 1:2), y la subsiguiente creación de la luz es un amanecer [1]. Del séptimo día, en cambio, no se dice esa fórmula, lo cual implica que el séptimo día todavía estaba en curso en el momento en que el Génesis fue escrito.

Respecto al séptimo día, presento aquí las siguientes hipótesis:

A. Los eventos que constituyen el anochecer y el amanecer del séptimo día son distintos en el designio original de Dios, que se habría realizado si el hombre no hubiese pecado, y en el designio de Dios consecuente al pecado del hombre.

Ante todo, es claro que Dios conocía desde su eternidad que el hombre iba a pecar. Pero es muy distinto afirmar que Dios preveía el pecado del hombre, y tenía un designio en consecuencia de ese pecado, que afirmar que Dios no tenía un plan para el caso en que el hombre no pecase, porque esto último equivale a afirmar que el designio divino no solamente preveía el pecado del hombre sino que además lo requería absolutamente, lo cual es obviamente inaceptable.

B. En el designio original de Dios, que se habría realizado si el hombre no hubiese pecado, el séptimo día no habría constado de una noche en términos absolutos sino solamente en términos relativos, en cuanto un período de luz habría sido seguido por un período de luz mucho mayor, que no tendría fin.

Ante todo, el Concilio Ecuménico de Trento define dogmáticamente en el punto 1 del "Decreto sobre el pecado original" (sesión V) que Adán había sido constituido en "santidad y justicia". El Concilio Ecuménico Vaticano II, por su parte, enseña en el punto 2 de la Constitución Dogmática "Lumen Gentium" que esa santidad original era una participación de la vida divina.

Por otro lado, la noción de participación de la vida divina es idéntica a la de participación de la naturaleza divina en 2 Pe 1:4, porque de acuerdo al Concilio Ecuménico Letrán IV, en su Constitución 1 "De fide catholica", la naturaleza divina es absolutamente simple (simplex omnino), definición reiterada por el Concilio Ecuménico Vaticano I en su Constitución Dogmática "Dei Filius". Por lo tanto los atributos divinos como vida, omnipotencia, eternidad, etc. no se distinguen realmente de la esencia, sustancia o naturaleza divina.

Por lo tanto, Adán y Eva habían sido constituidos originalmente partícipes de la naturaleza divina por la gracia santificante y la caridad, y mientras ellos y sus descendientes perseverasen en la caridad, no iban a morir sino que, al término del tiempo asignado a su vida en la tierra, cada uno recibiría la glorificación de su cuerpo y sería transportado en cuerpo y alma a la visión beatífica. Esto implica para cada persona pasar de una situación de luz sobre la tierra a otra de luz mucho mayor en la visión beatífica, lo cual, en términos de la variación de luminosidad que define la noche y el día, es consistente con lo que dije al principio de esta hipótesis: en el designio original de Dios, el séptimo día no habría constado de noche en términos absolutos sino solamente en términos relativos, y la parte "diurna" de ese día no tendría fin.

En cuanto a la situación de la humanidad en su conjunto, si sostenemos la posición, que es materia opinable, de que el Verbo se habría encarnado aunque el hombre no hubiese pecado, aunque en este caso obviamente no habría padecido, muerto y resucitado, esa Encarnación del Verbo, si bien no causaría la recuperación de los dones sobrenaturales porque el hombre no los habría perdido, podría marcar el inicio de una situación de luz aún mayor para la humanidad en su conjunto, por ejemplo inaugurando con su Ascención al Cielo la entrada de los seres humanos, al fin del curso de su vida terrena, en la visión beatífica, lo cual equivale al amanecer de un día sin fin.

Así, en este caso hipotético no existiría un octavo día, porque al no pecar el hombre, y no perder la participación de la naturaleza divina en la que había sido constituido originalmente, Dios no necesitaría realizar una nueva creación.

C. En el designio de Dios consecuente al pecado del hombre, los eventos que marcan el anochecer y el amanecer del séptimo día son:

- Anochecer: el pecado original.

- Amanecer: la venida de Jesús, "el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte" (Lc 1:78-79).

Encuentro respaldo de esta interpretación en el hecho de que Jesús mismo, en el Evangelio de S. Juan, describe tres veces su vida terrena como la parte diurna, o sea luminosa, de un "día" en sentido cronológico (la cual, en su tiempo, estaba dividida en 12 horas):

1. «Tenemos que realizar las obras [2] del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.» (Jn 9:4-5)

2. Le dicen los discípulos: «Rabbí, hace poco los judíos estaban intentando apedrearte, ¿y de nuevo estás yendo allí?»
Jesús respondió: «¿No hay doce horas en el día? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno camina de noche, tropieza, porque la luz no está en él.» (Jn 11:8-10)

3. Jesús les dijo: «Todavía, por un poco de tiempo, la luz está entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas. El que camina en tinieblas, no sabe a dónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.» (Jn 12:35-36)

Continuando esta hipótesis, los eventos que marcan el anochecer y el amanecer del octavo día, primero de la nueva creación, son:

- Anochecer: la Pasión y Muerte de Jesús. En cuanto al inicio de ese anochecer, S. Juan, después de consignar que "Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre" (Jn 13:1), nota en su relato que, cuando Judas Iscariote salió de la casa después de tomar el bocado, "era de noche" (Jn 13:30). En cuanto al momento culminante de la Pasión, esto es la Crucifixión, los Sinópticos atestiguan unánimemente que "Toda la tierra se cubrió de tinieblas desde la hora sexta hasta la hora nona." (Mt 27:45, Mc 15:33, Lc 23:44, agregando S. Lucas que "se oscureció el sol".)

- Amanecer: la Resurrección de Jesús, la cual ocurrió precisamente al amanecer del primer día de la semana.


Notas

[1] Muestro el alto grado de concordancia de este esquema con la cosmología relativista inflacionaria en:

http://speculativethinking.blogspot.com/2015/08/concordance-between-narrative-of_26.html

[2] Literalmente "obrar las obras" o "trabajar los trabajos" (ergazesthai ta erga). El "trabajar" siguiente es el mismo ergazesthai.